domingo, 8 de enero de 2012

EL ESPACIO, EL CUERPO Y LA EMOCIÓN, o Pornografía barata, de Andrés Lima.

DRAMATURGIA y DIRECCIÓN: Andrés Lima
ESPACIO ESCÉNICO Y VESTUARIO: Beatriz San Juan
ILUMINACIÓN: Walter Scopherbill
MÚSICA: Nick Powell
PRODUCCIÓN: Alberto Zárate, Animalario.
REPARTO: Roberto Álamo, Noelia Castaño, Pilar Castro, Javier Gutiérrez, Nathalie Poza, Alberto San Juan y Guillermo Toledo.


Detrás de un título que puede parecer vulgar se esconde una atrevida propuesta teatral a la que la compañía Animalario se lanzó con el comienzo del siglo XXI. Pornografía barata abraza cronológicamente Alejandro y Ana (2003), pues fue estrenada unos meses antes en La casa del Olivar y, una vez calmadas las aguas del revuelo mediático que acompañó a esta [1], se repuso en el Teatro de la Abadía.
El escaso número de funciones –comparado con otros espectáculos de Animalario– responde a la naturaleza impúdica e íntima del espectáculo así como a la tendencia de Andrés Lima, autor y director del montaje, de buscar espacios escénicos no convencionales (los exteriores y diversas estancias de una casa o de un teatro) que condicionan el lenguaje escénico y, por lo tanto, la relación escena-público. El espectador asiste, junto a un narrador anciano que le guía por las diferentes salas, a las casi veinte escenas –la mayoría independientes entre sí; otras, el retrato de un instante– interpretadas entre seis actores.
Por lógica de espacio y por necesidad escénica, el aforo es reducido: el contradictorio objetivo es crear una atmósfera intimista que propicie la exhibición de una sexualidad explícita. Con la cercanía física entre los actores y público se rompe la tradicional barrera que hay entre ellos, de tal modo que desaparecen las conductas sociales propias del teatro a la italiana. Asimismo, al hacer partícipe al espectador del juego teatral como voyeur, este se contagia de los estados emocionales, se ve fagocitado por olores, sollozos, caricias y susurros que se pierden en el rudimentario juego de luces y sombras, acompasados por el sonido del chelo y el violín, que recrean valses y tangos, danzas de amantes.
Pornografía barata es, sobre todo, juego. Un juego activo a experimentar con los sentidos y la imaginación. El espectador debe poner las palabras a la escena de “Noche de bodas”, interpretada exclusivamente como un “concierto de risas, jadeos, respiraciones, gritos y roturas” (p. 270). Sospecha los movimientos de los cuerpos de la prostituta y su cliente tan solo desvelados de la oscuridad por breves e intermitentes destellos de luz. Disocia el diálogo activo de los personajes de sus acciones y verdaderos pensamientos, ejecutados en apartes en “Pensamientos”. Siente el deseo y la soledad de las masturbatorias escenas “Todo va mal” y “Un secreto”: la de él descriptiva de un culo femenino; la de ella, emocionalmente turbadora ejecutada con un pastel.

Junto al actor-personaje que le guía por las estancias, el voyeur comprueba cómo el ligero tono de comedia se torna grave a medida que los personajes abandonan la razón y liberan sus cuerpos. El candor despierta lo innombrable. Se escarba, a dentelladas, en los recovecos del deseo y el placer. Es entonces cuando aparecen las emociones y el juego se complica. La carnalidad sexual lleva al amor y este descubre las fragilidades, la ternura, las heridas de cada uno, el estar abocados al dolor y a la muerte. El desnudo físico, por lo tanto, supone más bien un desnudo emocional que destapa la humanidad de unos personajes que se desean, se enamoran, se agreden, se follan, se traicionan, se besan, se extrañan.
Los límites interpretativos están difusos. Sin duda, es sexo desde el juego del teatro -pero siempre teatro, no sexo. La implicación requerida y la dureza de este viaje es tal que durante los ensayos Andrés Lima trabaja en un principio, uno a uno, con la memoria corporal y emocional de los siete actores, pues los personajes no tienen una construcción psicológica, sino sensorial. “Estamos acostumbrados a entender solamente con la cabeza, pero se puede entender con todo el cuerpo”, afirma el director (p. 116). Y la cercanía con el público no permite el engaño.
La violencia, la humillación, el sexo, el poder son temas habituales en el teatro comprometido Animalario, que siempre busca ir más allá. El riesgo y, por qué no, la transgresión de poner en escena algo tan delicado de abordar en teatro como es el erotismo y el acto sexual, de manera tan cruda y honesta, es un acto de generosidad por parte de actores y director, pues comparten su vulnerabilidad con el espectador, quien adquiere conciencia de la suya propia.

“Si te muerdes el labio mientras follamos
Me gusta tanto como morderte el culo en las pausas.
Qué bonito es el amor.
Y qué culinario el deseo.
Si te como el coño y me sabe a queso,
Prefiero que te corras pronto,
O no, según el día.
Pero todo esto lo digo con amargura,
Porque los besos y todo lo demás,
Se olvida a qué saben[2]



[1] Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente, escrita por Juan Mayorga y Juan Cavestany fue un espectáculo de Animalario que abordaba desde un punto de vista interno, pero satírico, el pensamiento político de derechas. En estos tiempos en los que el teatro político es casi inexistente, la corrosiva y lúcida burla no pasó inadvertida ni por público, prensa o sector escénico en un momento de cierta convulsión social y política como fue 2003. El montaje fue premio Max de Teatro en 2004 y supuso tanto la consolidación como el reconocimiento de la compañía a nivel nacional.
[2] AA.VV., Animalario. Bonitas historias de entretenimiento sobre la humillación cotidiana de existir, Barcelona: Mondadori, 2005, pp. 262-276. Las cursivas de la cita son mías.