martes, 12 de julio de 2011

La risa como parte del juego

Por Stephanie Simonetta

[Estas líneas complementan el artículo El humor en tiempos de cólera de la misma autora, publicado en el número de junio de Periplo]

Entre misterios por resolver, referencias a innumerables desacuerdos dentro de la cristiandad y vívidas descripciones arquitectónicas de una abadía benedictina, la novela El nombre de la rosa (1980) de Umberto Eco también le dedica a la risa medieval parte de su trama.

Pero el humor no sólo es tratado en la historia de Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk: el autor también logra provocar más de una sonrisa cómplice a partir de pequeños guiños hipotextuales. Hasta el lector más distraído notará que – ya por su singular altura y nariz aguileña, ya por sus métodos científicos y razonamiento deductivo- las similitudes entre nuestro protagonista y Sherlok Holmes no son obra de la casualidad.

Más allá de esa y otras referencias cómicas, el verdadero análisis que desarrolla la novela sobre la risa en la Edad Media está logrado en su mensaje final, que sólo comprenderemos plenamente al resolver el misterio de las muertes en la abadía: en contra de lo que proclama la voz oficial, a través de la risa se glorifica a Dios. Una afirmación que – de cobrar legitimidad – puede llevar a perder el miedo e imaginar un orden diferente.

Ese mensaje – por supuesto mucho más elaborado y justificado por Eco – es discutido por el filósofo eslovaco Slavoj Zizek en su obra El sublime objeto de la ideología (1992). Para Zizek, “lo que perturba de El nombre de la rosa (…) es la creencia subyacente en la fuerza liberadora y antitotalitaria de la risa, de la distancia irónica. Nuestra tesis es casi exactamente lo opuesto (…): esa distancia cínica, la risa, la ironía, son por así decirlo, parte del juego” (Zizek, 1992: 55). En síntesis, para Zizek la risa ya está prevista por la ideología dominante, el humor se encuentra en la comfort zone del poder.

Zizek basa su crítica en artimañas que sólo un revisionista histórico sabe ejecutar a la perfección. Para los lectores que no han tenido el gusto de sumergirse en las aguas revisionistas, brindaremos un manual de uso rápido para replicar el método en sólo un chapuzón:

1) Siempre y ante todo, descontextualizar.

2) Reinterpretar el pasado con conceptos del presente.

Sólo a partir de estos artilugios Zizek logra pasar por alto que en la Edad Media –período histórico en el que se sitúa el libro – la risa estaba alejada de la ironía, el cinismo y la distancia. Zizek, que probablemente nunca leyó La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento de Mijail Bajtin, se olvida del carnaval. Basado en el principio de la risa, el carnaval medieval es la segunda vida del pueblo, la abolición de las relaciones jerárquicas, el triunfo de una liberación transitoria.

El humor carnavalesco es festivo: la risa medieval – a diferencia de la moderna – no apela a la sátira puramente negativa, sino a la ambivalencia. La burla se logra sin necesidad de la distancia cínica que describe Zizek, la risa escarnece a los mismos burladores: “la risa popular ambivalente expresa una opinión sobre un mundo en plena evolución donde están incluidos los que ríen” (Bajtin, 1987: 14). El carnaval se construye como un mundo al revés, donde la vida ordinaria se niega pero también se renueva, es parte de un juego de muerte y resurrección, alegría jocosa y parodia.

Zizek niega la liberación que permitiría la legitimidad de la risa en El nombre de la rosa, pero deja de lado que la risa no actúa aquí como mera herramienta de distancia para tomar conciencia de las relaciones de poder, sino como llave de la puerta hacia un carnaval eterno. Tal vez, después de todo, la risa sea parte del juego: un juego donde sólo se gana riendo.

Bibliografía

Bajtin, Mijail; La cultura popular y la risa en la Edad Media y el Renacimiento; 1987; Alianza Editorial; Madrid.

Zizek, Slavoj; El sublime objeto de la ideología; 1992; Siglo XXI; Méjico.

Fotografía de Stephanie Simonetta

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